GORAN BREGOVIĆ y la Orquesta de Bodas y Funerales
Comentario sobre la presentación de Goran Bregović efectuado el 20 de enero de 2008 en el Parque Araucano de Santiago, Chile, ante 8.000 espectadores.
Algunas dicotomías las viven sólo las personas extremadamente sensibles
malditamente lo sé. Pero es que ir al Parque Araucano ese domingo de noche cálida fue extraño: por una parte, asistir a un concierto de Bregović al aire libre, en verano y gratis, es algo como para celebrar; pero, por otro lado, estar de pie bailando encima de lo que debió ser la cancha del estadio de la Universidad de Chile en los 70, me afecta, ¿qué quieren?... un plan abortado por el golpe de estado y que significó el ocaso de un proyecto mayor del gobierno de Salvador Allende que incluía viviendas sociales para los pobres que vivían a orillas del Mapocho en Las Condes. Pero, ¿por qué diablos hablo de esas cosas si la moda es olvidar e ignorar?
GORAN BREGOVIĆ fue presentado como el autor de la música de las películas de Emir Kusturica, pero el oriundo de Sarajevo es mucho más que eso, es un músico eximio que pasa por distintos estilos y formas, pero dentro de un mismo espíritu. El bosnio posee una carrera que inició a los 16 años cuando creó su primera banda, Bijelo dugme (el botón blanco), tras haber estudiado violín en el conservatorio. Siguieron quince años de giras exitosas por la Europa del este, ahora enfundando una guitarra eléctrica como un rockero de tomo y lomo que encontró en este estilo la forma de expresar sus ideas (era la única forma de poder hacer oír nuestra voz, y de expresar públicamente nuestro descontento sin arriesgarnos a ir a la cárcel). Luego de un tiempo de gozar de su estatus de estrella, se retiró para componer la música de Tiempo de Gitanos. Sin embargo, la guerra de los Balcanes cambió radicalmente la vida de este músico hijo de madre serbia y padre croata, ironía vivida por cientos de familias que sufrieron la fuerza del monstruo grande que pisa fuerte, en una contienda racial estúpida y aberrante.
Así las cosas, se instaló en París donde se unió a otro proyecto de Kusturica, Sueños de Arizona, donde involucró a Iggy Pop. Luego seguiría Underground, con el inolvidable Kalasnjikov; el soundtrack de la película de Patrice Chéreau La Reina Margot, con Isabelle Adjani y Miguel Bosé; y composiciones para importantes proyectos teatrales en Europa.
El Klezmer
Goran Bregović aterrizó en Santiago en el marco de ese genial proyecto llamado Santiago a Mil que reúne lo mejor del teatro chileno y mundial, y que en los últimos años se abrió a otras expresiones como la danza y la música. Y lo hizo un par de años después que el mismo Kusturica revolucionara en dos ocasiones Santiago con la No Smoking Band, por lo que la música klezmer no es una novedad absoluta. A mí me la enseñó hace algunos años mi amigo Pato Doña, accediendo a sonidos familiares, pero insospechadamente atractivos. Así es como conocí a Kroke y, especialmente, a Klezmatics. Y en Chile, a esa tremenda banda que es La Mano Ajena.
El klezmer es la música que crearon los judíos llamados asquenazíes, aquellos que se fueron instalando paulatinamente en la Europa oriental y central allá por el siglo décimo, principalmente en lo que hoy es Rumania, Ucrania, Rusia, Polonia y Alemania. Esta fracción más abierta del pueblo judío desarrolló una cultura propia, con música propia, e idioma propio, el Yidish, nacido en el norte de Alemania y considerada una lengua germánica. Klezmer significa instrumento musical en hebreo (kli-zemer), y responde a los instrumentos que empleaban los klezmorim (músicos), para luego pasar a denominar así a toda la cultura descrita. El Klezmer fue contagiando positivamente el folclore balcánico, como también el del Caúcaso (Georgia, Armenia, Turquía, Azerbaiyán, sur de Rusia) y de ahí a los demás países que habitaron los asquenazíes. Por culpa de Hitler y sus amigos, esta música volvió a la palestra recién tímidamente a mediados de los 70.
Escuchas
KALASNJIKOV
Track 1 OST Underground (1995)
Se relaciona mucho la música klezmer con la música gitana, y ello corresponde a espacios geográficos comunes que judíos y gitanos compartieron, por ejemplo, en Hungría, y al estatus que mantenían al momento de gestarse esta cultura: pueblos despreciados y sin territorio propio. Como común es la expresión de sus melodías y algunos de sus instrumentos, como el violín. El klezmer es la música de las fiestas, algo así como el jazz judío, una música donde lo importante es el cómo se toca, y donde la improvisación es parte fundamental.
Una orquesta para bodas y funerales
Pero claro, lo de Goran Bregović no es sólo klezmer. Es una fusión de estilos que unen lo clásico con el folclore, con el jazz y con el rock. Pero es el espíritu de la música tradicional lo que prima (todos los países tienen canciones para beber, ¿cierto?). Todo es una fiesta
hueveo, por decirlo de otro modo.
Manteniendo la tradición klezmer de tocar para los eventos familiares, Bregović expone sus canciones para bodas y funerales junto a músicos que cumplen con el requisito de la pasión y la tradición, pero poseedores también de una calidad portentosa, tanto en las dos voces femeninas, pasando por la percusión y el acordeón, y la sub-banda de instrumentos de viento, donde el señor flautista me dejó boquiabierto. Nos sorprendió la primera parte compuesta por su repertorio clásico, con un cuerpo de músicos chilenos a la altura de la ocasión, interpretando piezas de Underground y Arizona Dreams. Sonó hermoso, ideal para la luna que asomaba en lo que debía ser la tribuna oriental del estadio "abortado"...
Luego él, entrando al escenario con su guitarra eléctrica ("Yo elegí la guitarra porque los guitarristas siempre tienen más éxito con las chicas"), después que su orquesta lo hiciera de entre los mismos espectadores, encabezando una comparsa que marcaría el tono de la noche. Así fue el inicio de una fiesta que tampoco se quedaba en la canción oreja. Digámoslo, ideal para el adulto joven: bailar como loco Kalasnjikov (Boom, boom, boom, boom, boom, kutz, kutz ehy ja), moverse con la cadencia de Ya Ya (Ringe ringe raja, doo èika Paja) o de In the death car, para luego descansar con las piezas incidentales como War, mientras tratas de mirar la pantalla de la derecha, porque la izquierda se apagó, en medio de la grúa y las cámaras de TVN que, en un acto de peor es nada, retransmitió el concierto un sábado a la medianoche, cuando, o estás de fiesta, o estás muerto de sueño (qué triste la tele de mi país).
La WEEDINGS AND FUNERALS ORCHESTRA sonó a carnaval, con una tuba que marcó los bajos bellamente, un acordeón perfecto (el instrumento típico del planeta tierra, a cargo aquí de un joven ALEN ADEMOVIĆ que arrancó gritos de las chicas y aplausos de todos), los demás bronces traviesos, el clarinete virtuoso y su guitarra casi carente de efectos. Bregović siempre fue matizando su repertorio con sonidos que nos recuerdan el romané y la música circense, en una reunión que confirmó mi admiración por el folclore balcánico, ese que alegra en la tristeza y que, de la mano de un músico tan notable, descubre en la fusión una manera de traspasar sus fronteras para venir a alegrarnos la vida, mientras Goran nos hace reír (por la mitad del precio de un funeral, nos pueden contratar para que toquemos en una boda), bailar, gritar (a la caaaaargaaaaa), y cantar y nosotros sonamos a coro boniiiito y las voces retumban en las graderías del estadio fantasma.
por Denis Leyton
más información en
Sitio de Goran Bregović
Sitio de Alen Demović
Música popular judía: klezmorim y chalguigís
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