Benjamin Biolay, de visita por América
Presentación de Benjamin Biolay efectuada el 26 de abril de 2008 en el Teatro Oriente de Santiago, Chile, ante mil espectadores.
¿Cómo habrá sido vivir en los albores del siglo pasado cuando todavía Francia era el faro cultural del mundo? Tal vez Apilio, el vate pensador que Auguste Rodin esculpió cuando se acercaba el siglo 20 (un nuevo fin del mundo), simboliza mejor que nada a un ser humano inquieto que tramaba nuevas ideas, nuevas revoluciones y nuevas invenciones, como la de los hermanos Lumière y el cinematógrafo.
Como la ciudad soñada era París, no Nueva York, debe haber sido genial pasearse entre cotillones que se movían sugestivamente al ritmo del cancán en el Folies-Bergère o en el Moulin Rouge, previamente informados del espectáculo por un afiche de Toulouse-Lautrec, acompañados de poetas surrealistas, filósofos pre-existencialistas y pintores fauvistas y dadaístas, corriendo todos presurosos por les Champs-Elysées con algún manifiesto en mente, en una carrera tan loca como los años que se avecinaban. Hasta que llegaron las guerras y Estados Unidos se apropió de la atención se apropió de la ampolleta del faro.
En eso pensaba cuando, desde mi butaca central en el Teatro Oriente, disfrutaba del espectáculo de Benjamin Biolay. Claro, porque a esta altura del partido los que asistimos a este tipo de conciertos alternativos parecemos una especie rara que no acepta que lo anglo es necesaria predominancia, única alternativa de sociabilidad, y de ¡globalización! Si hasta nuestras miserables cabezas tienen hoy su precio en dólares. Pero, bueno, qué se le va a hacer: mientras eliminamos un imperio y construimos un nuevo mundo sobre la base de las diferentes tribus que somos, me dejo llevar por los sonidos de un músico brillante por lo inquieto, más que por sus ocurrencias.
Benjamin Biolay es un gran compositor. Se nota en sus melodías, en sus sonidos. Pero en vivo, el colaborador y amigo de Keren Ann, también dejó en evidencia su gran dominio instrumental. El piano parece ser su compañero ideal, pero me sorprendió su ejecución de la guitarra acústica, logrando atmósferas muy especiales, mucho más que cuando toca la eléctrica. Lo de la trompeta me pareció más bien un juego, el permiso que se toma quien sabe usar un instrumento complejo, aunque no sea del todo virtuoso.
Ves
DANS LA MERCO BENZ
"Trash Yéyé" (track 5)
Hasta el momento que él mismo definió como la primera parte de su show, donde pidió un intérprete para poder explayarse en un par de ideas, su actuación me parecía simplemente correcta, no muy prendida, pero donde destacaba claramente el acompañamiento de su banda de dos músicos que le aportaban las bases rítmicas, teclas y guitarra y un moderno theremin ¡excelentes dos músicos!
Biolay, además, demostraba una evidente falta de dominio escénico que suplía con su imagen, su postura desgarbada, su facha (el hombre despierta cosas en las chicas, digámoslo), y su maldita costumbre de fumar un cigarrillo tras otro en el escenario, actitud que debería estar prohibida por muy pop-star que sea el infractor. En verdad, hay millones de maneras de ser cool. Esta apesta.
Pero luego vino la magia. Como que se soltó. Como que su imagen de chico rudo no pudo vencer una cierta timidez producida por un publico que conocía sólo un par de canciones, pero que no coreaba sus éxitos como en Francia, Suiza, Bélgica y Québec (no pensábamos venir nunca más al sur de eso). Al momento de tomar la guitarra acústica se aproximó tanto en distancia física como humana. Su versión de Lombre et la lumière que compusiera para su hermana, la bella Coralie Clément, fue al nivel de los grandes de Brasil. La mezcla del bossa nova con el francés es algo verdaderamente exquisito. Jardin dhiver lo volvió a demostrar. Otro gran momento que mantuvo la mecha encendida fue el cóver de As time goes by de la película Casablanca.
Pero los éxitos pop del francés no estuvieron ausentes. Me sorprendió eso sí la falta de respuesta del público para Une chaise à Tokio (el hit que muchos habían escuchado, pero que nadie se sabía). Pero el público chileno siempre responde con esos gestos inversamente populistas (de público a artista), coreando la siguiente que se sepan como si el cielo se viniera encima. Es lo que ocurrió cuando Biolay citó la canción There is a light that never goes out de The Smiths, ocasión en que los asistentes se subieron a las butacas para cantar y bailar. De un modo u otro recordé al público del Estadio Nacional coreando El Rock del Mundial cuando encontró un ritmo similar dentro de un repertorio de Wynton Marsalis que desconocían absolutamente (Desde Chile, un abrazo a la esperanza-1990). Debió ser un poco triste para el francés, pero el ánimo se mantuvo, sobretodo con Los Angeles o Dans la Merco Benz.
Benjamin Biolay es un músico del que se debe aprovechar su visita. Su falta de encasillamiento en un solo estilo, lejos de confundir, es un regalo. Nada hay como un artista que al mando de su voz y su sonido, nos pasea por el recitativo rapero, el bossa nova, la balada o la experimentación rockera. Hay que difundir más su música, porque ¡Santiago no es Chile y Estados Unidos no es América! Hay otros idiomas, otras culturas y otras formas de enfocar la música.
por Denis Leyton
más información en
Sitio oficial de Benjamin Biolay
Benjamin Biolay en MySpace
Benjamin Biolay en Last FM
Grupo B. Biolay en Facebook
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